Nicolas Maduro no duerme bien y pasa los días angustiado e irritado con sus cercanos

Nicolas Maduro no duerme bien

Hace diez días, Nicolás Maduro no habría imaginado un escenario tan desafiante. Las encuestas que llegaban a su despacho eran favorables, mientras que las circulantes en redes sociales que predecían una derrota aplastante eran, según le decían, falsas y fabricadas por sus enemigos. Los grupos focales y análisis sociológicos, avanzados en estudios antropológicos, lo presentaban como un candidato fuerte y poderoso físicamente, frente a un Edmundo González Urrutia de 74 años, de carácter tranquilo y lector. La campaña chavista incluso promovió la imagen de Maduro como un gallo combativo, listo para vencer a González, a quien describían como un pollo desplumado. Unos drones iluminaron el cielo de Caracas con la figura de un gallo en el cierre de campaña.

Estados Unidos y las potencias regionales de izquierda (Brasil, Colombia y México, con el apoyo cercano de Chile) se encuentran en un dilema sobre cómo manejar la situación de Venezuela con Nicolás Maduro Moros, quien se muestra visiblemente irritado en estos días. Ha tenido poco descanso y, en sus apariciones públicas, ha lanzado miradas de impaciencia y desagrado a sus asesores por retrasos o errores menores. En el Palacio de Miraflores, ya no se oyen sus risas ni las bromas que solía hacer a todos, desde la primera dama Cilia Flores hasta los guardias y cocineros. Según un dirigente del PSUV y varios analistas y diplomáticos, Maduro no había considerado otro escenario que no fuera una victoria en las elecciones presidenciales del domingo pasado. La sospecha de que su Gobierno cometió fraude para reclamar una victoria que en realidad correspondía a Edmundo González, el candidato opositor, ha paralizado a un país ya de por sí inestable.

Nicolas Maduro pasa angustiado y no duerme bien
El dictador no se imaginaba la paliza que le dio el candidato opositor Edmundo González Urrutia en las elecciones presidenciales del pasado domingo 28 de julio.

Una parte significativa de la comunidad internacional busca la mejor manera de resolver un conflicto político que afecta a toda Latinoamérica, debido a los millones de venezolanos que han emigrado por la crisis económica del país. Washington ha optado, en esta primera semana, por arrinconar a Maduro y presionarlo para que tome decisiones rápidas reconociendo a su rival como el vencedor. En contraste, los países vecinos con afinidad ideológica con Venezuela apuestan por una negociación que permita un recuento de las actas que el ente electoral venezolano aún no ha presentado, y ofrecer una salida negociada al chavismo en caso de que realmente haya sido derrotado.

Nada salió como se esperaba. El chavismo se preparaba para una victoria contundente que demostrara al mundo la legitimidad de Maduro como presidente. Sin embargo, después de un retraso de varias horas en el conteo, el Consejo Nacional Electoral (CNE) anunció la victoria de Maduro solo con un número total de votos, sin datos desglosados por centro electoral, lo que generó sospechas sobre la veracidad del proceso. La oposición, anticipando un posible fraude, pidió a sus testigos que fotografiaran las actas y las enviaran a Caracas para revisión y totalización. Según esos documentos, publicados en línea, González ganó con una amplia ventaja.

El gobierno de Maduro, la oposición y la Casa Blanca veían en estas elecciones una oportunidad para resolver una crisis política que lleva casi una década. El acuerdo discutido en Qatar, Barbados y México establecía que el chavismo permitiría la participación de candidatos opositores y se comprometería a unas elecciones justas y transparentes. A cambio, los antichavistas reconocerían una derrota y Estados Unidos levantaría las sanciones impuestas a Venezuela y sus dirigentes. Sin embargo, tras el 28 de julio, la crisis se ha profundizado, sumiendo al país en un laberinto.

La comunidad internacional ha instado a Maduro a presentar las actas. Siete días después, el CNE no lo ha hecho, remitiéndose a un plazo oficial de 30 días. Washington expresó su impaciencia y el jueves declaró a Edmundo González como vencedor. El secretario de Estado, Antony Blinken, urgió a iniciar un periodo de transición, respaldado por varios países que han comenzado a desconocer a Maduro como presidente. Maduro se declara víctima de una conspiración internacional, involucrando a figuras como Elon Musk y Jeff Bezos. Incluso algunos chavistas dudan de la seriedad de sus declaraciones.

Líderes de izquierda en América Latina, como Gustavo Petro, Luiz Inácio Lula da Silva y Andrés Manuel López Obrador, han pedido al chavismo que presente las actas para demostrar su victoria y detener las protestas, que ya han causado más de una docena de muertos. La negativa a entregar las actas ha llevado a sospechas de que el chavismo podría estar manipulando los resultados para que coincidan con los datos finales. Los expertos advierten que falsificar estas actas sería evidente y difícilmente creíble.

Petro, Lula y López Obrador buscan abrir una negociación basada en dos premisas: la presentación de los resultados desglosados y un diálogo entre González y Maduro, excluyendo a María Corina Machado, líder de la oposición. Esta exclusión es delicada, ya que Machado ha sido una figura central en la oposición, a pesar de su veto por el chavismo. Aunque los presidentes de las tres potencias regionales no admiran a Machado, su exclusión podría complicar las negociaciones, dada su popularidad y la expectativa de sus seguidores.

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