
Venezuela al filo: aislamiento, guerra psicológica y un pulso con EE.UU. que puede explotar

Venezuela vive una de sus etapas más inciertas, una combinación explosiva de aislamiento internacional, tácticas de guerra psicológica y una amenaza real de escalada militar con Estados Unidos. Las recientes tensiones han escalado a niveles poco vistos, y el país se encuentra al borde de lo desconocido, con una amplia flota del Comando Sur de los Estados Unidos desplegada frente a las costas de Venezuela.
Todo comenzó cuando diversas aerolíneas suspendieron sus vuelos hacia Caracas tras una alerta de seguridad emitida por EE.UU. ante el incremento de la actividad militar en la región del Mar Caribe. Este corte en las conexiones aéreas ha profundizado el aislamiento de Venezuela, dejando a la nación más vulnerable y planteando dudas sobre los próximos movimientos de Washington.
Por su parte, Estados Unidos ha incrementado su presencia militar en el Caribe, desplegando recursos estratégicos que han generado alarma. En respuesta, el presidente Nicolás Maduro ha reforzado no solo a las Fuerzas Armadas, sino también al apoyo de civiles armados, mientras redobla su discurso de resistencia y llama al pueblo a mantenerse firme frente a lo que califica de agresión mediática y psicológica. Para Maduro, la ofensiva estadounidense no es solo de armas, sino también de propaganda, acusa a Washington de usar desinformación para construir un pretexto que justifique cualquier intervención.
Expertos describen la situación como un “juego de gallinas”, en donde ninguna de las partes quiere ceder, pero el riesgo de un choque abierto está latente. Aunque aún no hay una fractura visible dentro del régimen, algunos analistas advierten que subestimar la capacidad represiva del chavismo podría ser un error grave. A la vez, existe una expectativa entre ciertos sectores de la oposición sobre una transición democrática, aunque muchos coinciden en que está lejos de ser segura o rápida.
Mientras tanto, América Latina observa con preocupación: algunos gobiernos prefieren mantener la cautela, temiendo tanto una intervención como una crisis migratoria. Las decisiones que se tomen en los próximos días o semanas podrían definir el destino no solo de Venezuela, sino de toda la región.



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